Porque cuando terminé la carrera y me incorporé al mercado laboral pensaba que sería igual para hombres y mujeres. Y me equivoqué. 5 años después los hombres a mi alrededor habían ascendido, mejorado sus sueldos, y yo no. Y no me considero mala en mi trabajo.
Que era el de informática, por cierto.
Pero hasta entonces pensé que era porque yo había tenido "mala suerte" con los superiores.
Eso sí, el desengaño más grande me lo he llevado en el tema de conciliación. Porque sí, pensaba que era un derecho de las familias poder conciliar trabajo y familia. Pero no, en el momento en que pedí la reducción de jornada empezó mi caída en picado. La tranquilidad duró un añito, pero a partir de entonces con una nueva gerencia en mi empresa se empezó a ver mal que yo "trabajara" dos horas menos que mis compañeros (y lo entrecomillo, porque no trabajaba dos horas menos, sino que estaba en la oficina dos horas menos, ya que siempre estuve dispuesta a poder realizar tareas a distancia si era necesario, ya que mi trabajo me lo permitía). Ya os imagináis lo que pasó, mobbing, depresión, y al final me ofrecieron la posibilidad de salir de la empresa y acepté. ¿Por qué? Porque soy una ilusa.
Pensé que con mi currículum y experiencia no me sería difícil encontrar otro trabajo. Qué ilusa.
Fue casi imposible. En 3 años me dieron con la puerta en las narices incontables veces. En el momento en que salía el tema familia, la cosa se torcía. Porque sí, soy una ilusa y pensaba que podía tener un trabajo con reducción de jornada, u horario flexible, y no... No se puede. Normalmente no, a ver, hay alguna posibilidad, pero hoy por hoy pienso que es casi como que te toque la lotería. Una suerte.
A los 3 años conseguí un trabajo temporal, pero ideal. Me duró 9 meses (justo un embarazo, el de mi tercera hija), pero era un sueño. Flexibilidad total de horarios. Posibilidad de teletrabajo. Y es más, ni siquiera estaba mal visto, estaba bien considerado que fueras flexible, porque a la hora de implicarte en el trabajo, si eres feliz, te implicas más, y estás disponible cuando te necesitan.
La pena fue que era un trabajo por obra. Se acabó el proyecto y fin...
Es decir, que es posible conciliar. Pero muy difícil. Ni el 1% de las empresas con las que me he topado en estos años (han pasado ya 8 desde que me fui de la primera) tienen esta visión. Para ellos es más importante que estés perdiendo el tiempo determinadas horas en la oficina que que trabajes bien tus horas.
Hace un año y pico que me di por vencida. Porque cuando ya estás tantos años fuera del mercado laboral, al menos en mi campo, estás obsoleto, con lo que esto ya unido a la conciliación lo hace imposible.
Pero soy más feliz. Me habría gustado seguir trabajando en lo mío, que para ello lo estudié y se me daba bien. Pero no puede ser. Así que hoy por hoy trabajo unas horitas a la semana en otro tema totalmente distinto (educación), y estoy con mis hijas. Que era el objetivo.
Yo hoy por hoy me lo puedo permitir. Pero no es lo general. Lo general es que tengas que recurrir a familiares, que te dejes más de la mitad del sueldo en guarderías o cuidadores, y que además no puedas ver a tus hijos sólo un par de horitas al día (con suerte).
Carolina Bescansa, con su bebé, en el correo (Sergio Barrenechea - EFE) |
Por eso esta semana me ha gustado que se volviera a hablar del tema.
Y se ha hablado gracias a ese gesto, tan discutido, de Carolina Bescansa, de llevar a su bebé al Congreso.
A ver si lo entendemos, la diputada de Podemos no pretende llevarse a la criatura todos los días al Congreso, sólo pretende sensibilizar sobre el problema de la conciliación. Que se hable del tema, que se vea la problemática, y que a partir de ahí, se empiecen a cambiar cosas...
Ojalá lo consiga. Me gustaría que mis hijas vivieran este tema como algo real, no como una ilusión.
Gracias Carolina por el gesto.